Sin industria no hay país.

Sin industria no hay país.

Aprovecho el artículo enviado hace unos días en los que hablábamos de las industrias que estaban exhaustas así como el artículo de opinión del Presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales D. Jesús Rodríguez Cortezo leído hace algún tiempo en un diario nacional y que lo titulaba “Sin industria no hay país”.

Entre otras cosas el señor Rodríguez Cortezo apuntaba que la industria tiene una importancia trascendental en la economía de un país, y potenciarla ayudará mucho a salir de la crisis.

Sigue apuntando el señor Rodríguez Cortezo cuando dice en su artículo: “la industria es el sector de mayor productividad y el que genera el empleo de mejor calidad por su cualificación y su estabilidad”. El Presidente del Consejo lamenta que durante décadas se haya especulado con que la sociedad de servicios pudiera vivir sin el soporte industrial y tecnológico.

Aprovecho lo leído en este artículo para comentar lo que viene ocurriendo desde hace años en el sector del fitness a nivel de Administraciones Públicas, éstas, no han tenido en cuenta a las industrias –que no son lo mismo que empresas que comercializan— a la hora de adjudicar los concursos de equipamientos. Sabemos que esto mismo ocurre con otros productos de otros sectores de nuestra economía.

Se han decantado y siguen haciéndolo en infinidad de ocasiones, por adjudicar a empresas que aun cuando están ubicadas en España sus productos los importan de otros mercados, eso sí, tenemos que reconocer que son de marcas con mucho nombre a nivel internacional pero, repetimos, casi siempre está externalizada su fabricación  fuera de los países de los que originariamente proceden estas marcas.

Las Administraciones Públicas para seleccionar el mejor producto y proveedor deberían estar obligados a conocer el mercado del producto de que se trate, de sus alternativas, de su calidad. Todo esto ha contribuido a la aparición de un nuevo poder, que no está en los libros de ciencia política, al que podríamos llamar “poder técnico”. El ejercicio de la discrecionalidad se basa en informes de los funcionarios. Con ello se trata de evitar la posible arbitrariedad, pero los técnicos también son humanos y en ocasiones se prestan a dar cobertura a decisiones que permiten al político de turno una perfecta coartada para el caso de que las cosas vengan mal dadas.

Vaya por delante que no pongo en duda la probidad y honradez de los diversos estamentos de la Administración Pública, que al igual que la mayoría de los gestores políticos ejercen su función con probidad. No obstante, si quiero dejar constancia de que el incremento de intervencionismo de los poderes públicos y el aumento de la discrecionalidad rayana en la arbitrariedad en la contratación pública son un campo para que pueda crecer la hierba mala de la corrupción